Texto por: Mariuxi Giraldo
La Quinta Edición del Premio Mariano Aguilera recibió el 11 de marzo más de el doble de postulaciones esperadas, en la mitad del tiempo acostumbrado para el proceso regular de convocatoria abierta. Tal efecto se puede aducir tanto al acierto en el incremento de los montos con un total de 240 000 USD, a ser distribuidos en 10 becas de 20.000 USD y un premio a la trayectoria de 40 000 USD; como al intenso proceso de socialización de las bases, conocido como el ensayo de Escuela Abierta Mariano Aguilera.
Este ensayo sucede por primera vez en la Quinta edición del Premio y se da a través del trabajo conjunto de las áreas que componen el Centro de Arte Contemporáneo, gracias a los lazos establecidos para este mismo fin, con varias entidades relacionadas a la cultura y las artes en el territorio; siempre con el respaldo de la Fundación Museos de la Ciudad, la Secretaría de Cultura y el Municipio del Distrito Metropolitano de Quito.
Si bien entre los objetivos del Premio, está el incentivo a las prácticas artísticas contemporáneas, mediante la producción y circulación de obras y procesos artísticos: sean estos visuales, sonoros, performáticos u otros y que a su vez, logren muestrear las diversas formas de pensamiento crítico que se suscitan en torno a las problemáticas globales a través o desde el arte. El ensayo de escuela abierta responde a la intención de comunicarlo en una escala más amplia y atenta. Éste resulta entonces, como una estrategia en la que el equipo del CAC se involucra con el compromiso de aportar desde lo educativo, a la consigna del premio en reconocer y profesionalizar el campo del arte a nivel nacional, con la intención de fortalecer los distintos eslabones que componen el tejido cultural local.
Incluso dentro de los momentos de conmoción nacional vividos, por la declaración del estado de guerra en enero del 2024, se mantuvo la premisa con su metodología: presentar, profundizar y resolver preguntas, en aspectos tanto de forma como de fondo alrededor de las nociones del arte contemporáneo, que se tocan en cada una de las cinco categorías del premio: creación artística, pedagogías del arte, investigación, prácticas curatoriales y edición y publicación.
En respuesta a la conmoción, fue recomendable retrasar los tiempos en territorio, motivo por el cuál llegamos al Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC) y a la Casa de la Cultura Ecuatoriana – Núcleo Guayas (CCE) en Guayaquil, casi a finales del mes de febrero. Mientras que para la visita programada hacia el Museo y Centro Cultural Esmeraldas y al Museo Arqueológico y Centro Cultural de Orellana (MACCO) en el Coca, debimos encontrar maneras más pertinentes para sostener los encuentros o por lo menos, proveer la difusión de la escuela en modalidad virtual. En este ejercicio la noción de territorio se volvió más compleja, ya sea porque el arte no se asume tan cercano a la arqueología, porque las lluvias no se viven igual en Quito que en Esmeraldas, o por la misma noción de violencia que se contraponía y se contenía en la agilidad y diligencia con la que tuvimos respuesta, establecimos el formato y logramos la difusión con la institución aliada, el Museo y Centro Cultural Esmeraldas a través de su responsable. En aquella ocasión, el ensayo de escuela abierta llegó a 8 personas de distintas edades e intereses. (Si bien este número, no sorprende, se puede estimar adecuado si lo sopesamos con los 11 espacios de selección que facilita el premio.)
A la par, este encuentro trajo consigo, el cuestionamiento de los lugares en los que sería clave la presencia y difusión del premio. Reconocimos las ciudades de Guayaquil y Cuenca como espacios indicados, en los que el premio se podría anclar a otras entidades con tendencias educativas, prácticas y expositivas, que se sostienen en la responsabilidad de la política pública y los derechos culturales, cercanos al arte contemporáneo. No obstante se consideró también necesario el alcance a ciudades conocidas por su tradición de creación y producción artística y artesanal; precisamente por el potencial contacto con públicos postulantes que no necesariamente cuentan con este contingente institucional tan cercano. En consecuencia, logramos establecer un acercamiento a la Ciudad de Ibarra, contando con la voz y presencia de un actor cultural seleccionado en la anterior edición del premio en la categoría de investigación. El ensayo se dió en el Centro Cultural Tahuandos y contó con la asistencia de 65 personas.
Es sin duda un desafío acoger el premio en todos sus formatos, procedimientos e incentivos. En consecuencia, es lógico hacer esfuerzos que aseguren que el proceso de postulación llegue a más interlocutores. Así mismo, desde el encuentro y acuerdo con los espacios culturales que pudieron acoger nuestro contingente técnico, resultó clave y muy orgánico, en las dos últimas ocasiones en territorio, aprovechar esta posibilidad de desplazamiento, para también establecer otros lazos e intercambios, complementando esta propuesta, con un taller interno previo, dirigido a los equipos de mediación y educativos de la Bienal de Cuenca y el MAAC de Guayaquil.
El área de museología educativa del CAC, propuso una jornada introductoria desde el modelo educativo que maneja, en formato interactivo y lúdico. Para precisamente despertar, compartir y encontrar preguntas o latencias en cada espacio. Como resultado, entre muchos hilos de interés, se hallaron varios ejes comunes en cuanto a: la importancia de la sostenibilidad en la relación entre los espacios, sus funcionarios y el público en sus diversidades. La potencia del arte contemporáneo y la cabida que tiene en su relación con lo educativo, bien para limitar como para expandir las posibilidades de la crítica, el análisis y la experiencia; y la necesidad desde lo académico y profesional, de formas de trabajo y gestión más vinculadas con lo cotidiano.
Más allá de todo lo mencionado, en la ciudad de Quito se dieron socializaciones del ensayo con énfasis en las distintas categorías del premio, esta vez en contacto con instituciones educativas. En la Q Galeria de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) , contamos con la voces de dos actores culturales con experiencia en prácticas curatoriales y logramos comunicarnos con 30 personas.
En el Auditorio de la FADA de la Pontificia Universidad Católica, tuvimos la presencia de los representantes de dos proyectos seleccionados en la categoría de investigación en ediciones anteriores y se alcanzó a 47 personas. En el Auditorio de la FAUCE de la Universidad Central,con una temática más transversal a todas las categorías, llegamos a más de 150 estudiantes. Mientras que en las instalaciones del CAC, se realizó el ensayo de escuela abierta llamado Mariano Edita, con énfasis en la categoría de edición y publicación, con un alcance de 18 personas.
También, se activó el punto de información Mariano, los días jueves y viernes de febrero en horario de 12:00 a 16:00, donde 145 interesadas pudieron acercarse personalmente con sus inquietudes; y se habilitó un canal virtual en tiempo real de 18.00 a 19:00, cuatro jueves del mes de febrero. En una de esas ocasiones contamos con una proyectista y gestora cultural, quien compartió recomendaciones a la hora de postular para 32 oyentes virtuales y muchos más que pudieron visitar su grabación en las redes sociales del CAC. Finalmente, visitamos el Auditorio del MUNA el último viernes previo al cierre de la convocatoria, para una vez más, responder y aclarar las intenciones del premio.
Cabría hacer un juego surrealista de creación colectiva, con las partes de las ideas que nos iban contando poco a poco nuestrxs interlocutores en cada ocasión, para que pudiéramos entender mejor su pregunta o darles una mejor respuesta.
Un artista ibarreño que produce su obra desde el arte póvera con materiales de bajo presupuesto, pero la cotiza en el valor de una beca, una artista guayaquileña habla sobre cómo para ella el dibujo es la forma en que cabe su expresión y conversamos sobre cómo en su relación con la pintura, este medio en el formato que ocupe, es suficiente. Varios músicos en Esmeraldas se preguntan cómo no se va a poder postular un músico de gran trayectoria, a este galardón, si cuenta con la experiencia requerida entre docencia, creación y exposición. Un artista guayaquileño tiene ya su libro completo, solo le falta traerlo al mundo de lo expositivo. Un curador dice que este es su momento. Una artista emergente se pregunta si cabe o no en creación, tal vez mejor en investigación. Una académica creativa se olvidó de presupuestar su tiempo, tanta es la costumbre de la precarización, tanta es la pasión o la necesidad, para que salga la idea y se haga realidad. Que se diga, se sienta o se vea, lo que tanta falta hace.
Esta memoria es una suerte de ideario de intenciones, que se darán en esta edición, en otras por venir, o tal vez en otro concurso; pero que de forma más inmediata, por un lado nos acercan a considerar así como alguna vez se pensó, en opciones para los formatos que no encajan en el enfoque del premio. Por otro lado, nos ponen a escuchar ciertas tendencias y formas de producción en tiempo real. Pero más que todo, nos ponen en relación con el campo del arte en un formato no tan cotidiano, que sí debería ser más frecuente. Como también nos hemos dado cuenta a lo largo de este escrito, el Mariano Aguilera no solo es un premio, es una plataforma.
Por ende, el CAC no solo es la institución que lo ejecuta, sino también es la llamada a matizar las posibilidades y premisas que trae consigo la promesa de mejorar el alcance del premio en su naturaleza nacional. Ojalá este ideario pudiera entrar en el radar y así convertirse en recurso, base de datos y que nuestras instituciones, pudieran poner en diálogo mixto las posibilidades diseñadas en esos proyectos.
Es importante mencionar, que el haber dispuesto a un equipo de trabajo en el contacto y la gestión requeridas para las distintas socializaciones que se realizaron, generó sin duda otra conexión en el rizoma. El encuentro de los funcionarios que representan a la institución con les postulantes, asentó las consideraciones en esa base humana, en la que no solo éramos la cara sino también los oídos del premio y la institución.
Al fin y al cabo si bien la escucha activa es algo indispensable, no es tan común en el tejido cultural público. El ofrecer este premio a un público grande, que ha sostenido con su práctica una escena, que está con las intenciones aún vivas de trabajar en el ámbito cultural y que está de acuerdo en entrar en diálogo con las instituciones públicas, ha sido una gran ventaja.
Este ponernos en contexto, asienta las bases técnicas en una diversidad social, que permea, en las consideraciones formales de un incentivo tan necesario, pero muchas veces, tan lejano. Nos permitió reconocer que el premio, no solo aloja al grupo de seleccionados, sino a una comunidad artística que se ha sentido convocada a un evento muy raro en el Ecuador, como es la premiación de ideas en arte contemporáneo; y que el encuentro de esas ideas en una u otra categoría, refuerza o no, la práctica y a su comunidad. Quedó clara, esta responsabilidad de seguir la pista de lo que suceda para poder revisar, compartir o contrarrestar con otras metodologías de una misma raíz, en una siguiente convocatoria.
Finalmente, si bien los esfuerzos públicos son bienvenidos, el Premio también requiere generar discusiones sobre las categorías que nombra y los vaivenes que genera. Requiere seguir poniéndose en relación con otras fuentes que puedan recibir y canalizar esas ideas, requiere respuestas a sus postulantes como un acto de reciprocidad y respeto. Así también, requiere la presencia y diálogo de quienes se sintieron convocados a proponer.
La profesionalización no tiene siempre que tomar la forma delimitada de los caracteres permitidos o del presupuesto prometido. La profesionalización puede también ser más allá del prestigio y traer consigo abundancia, estabilidad.
En esta plataforma que es el Mariano, cabe considerar diálogos y encuentros sobre las categorías, que nos ayuden a generar caminos en los que se pueda escoger dejar de ser todólogos por obligación, que se pueda escoger hacia dónde se inclinan las voluntades profesionales y que se logre aplicar, visitar, participar del premio, como si se quisiera aprender de las formas que toma la categoría de interés y así, que esta selección, sea que estemos o no en ella, nos alimente.
En torno a estos debates se plantea que el Premio Mariano Aguilera debe garantizar el acceso al arte y la cultura desde lo pedagógico, lo territorial y desde una gestión cultural que si bien sostiene también se esfuerce en prevenir una posible dependencia de la escena cultural que acompaña, manteniéndose en un sentido amplio como vehículo de fomento y referencia del arte contemporáneo en el Ecuador.